La relación más significativa que los seres humanos
desarrollamos es, sin duda, la relación con nuestra madre. Este vínculo inicia
desde antes del nacimiento mismo y casi podría decirse que al inicio son uno
mismo. El que se logre la vida de un bebé, depende del cuerpo de su madre, las
emociones que experimenta una mujer embarazada, inciden en el desarrollo del
feto, y cientos de datos científicos como éstos comprueban la maravillosa e
inexplicable relación que se genera entre una madre y su hijo desde su
concepción.
Por otro lado, están las madres quienes no procrearon a sus
hijos en el útero, sino que lo engendraron en el corazón y cuyo proceso de
alumbramiento fue un sinuoso camino burocrático llamado adopción. Estas madres
que desarrollan el instinto de una manera extraordinaria y que logran impregnar
la vida de sus hijos con sus gestos, ademanes y manías, no porque se los hayan
transmitido genéticamente, sino porque el amor infinito que irradian penetró
cada poro de sus tan deseados hijos.
Los hijos aprenden a amar
porque se saben amados, y la primera lección que reciben es justamente de sus
madres. Una relación madre-hijo establecida sanamente, entrega a los pequeños
toda la materia prima para que se vivan merecedores de afecto, capaces,
valiosos y empáticos. Adicionalmente, los principales valores de referencia de
la vida los vemos reflejados en el espejo que nuestra madre representa. Es un lazo dorado que nos marca el rumbo en muchísimos aspectos de nuestra vida adulta y pocas veces tenemos conciencia de ello. Ser
madre es una enorme responsabilidad, pero un privilegio como pocos:
Mamá puede transformar un aburrido día de lluvia en una emocionante aventura dentro de casa.
La llegada de un hijo, convierte la vida de su madre en una aventura sin fin.
Mamá sabe todas las respuestas de la tarea, ¡hasta las más
difíciles! Un hijo plantea las grandes preguntas, esas que le dan sentido a la
vida de su madre.Mamá desaparece a cualquier monstruo que habita debajo de la cama, con un abrazo. Cada mamá abrazada recibe el mayor trofeo a sus esfuerzos cotidianos.
Mamá cura una rodilla raspada con un beso. Con cada beso de su hijo, a una madre le suspira el alma.
Mamá siempre tiene las palabras para hacer sonreír a sus hijos. La sonrisa un hijo inunda de alegría el corazón de una madre.
Mamá es una hechicera que conoce pócimas para curar dolores de estómago, cabeza o muelas. Un hijo es un mago que desaparece los dolores de su madre con una sonrisa de su sucia carita.
Mamá hace de la casa un hogar para sus hijos. El hogar de mamá está hecho del corazón de sus hijos.
Una mamá desborda su amor en una sola mirada. La mirada de un hijo, le recuerda a su madre la presencia de Dios.